Para nadie es un secreto que el ritmo del día entre la vida profesional y personal es un constante ir y venir de emociones, preocupaciones y malestares físicos que pueden ser el resultado de lo que nos quiere comunicar nuestro organismo e interior. Pues bien, así fue que un día decidí dejar atrás el sedentarismo, hacerme cargo de mis emociones y elegí incorporar el Yoga a mis días para mejorar mi calidad de vida. Para qué o debido a qué, es lo que detallo a continuación:
1. Aprender a controlar y manejar mis migrañas: para mí el dolor de cabeza era cosa habitual y normal. Era costumbre sufrir de jaquecas al menos cinco días a la semana y por lo cual los infaltables analgésicos no faltaban en mi cartera. Afortunadamente y gracias a haber entendido la importancia de inspirar y expirar adecuadamente por nariz, hoy puedo afirmar que son contados los días al mes que sufro del malestar. ¿La meta? Continuar mejorando mi respiración en cada práctica de Yoga y reducir el dolor a cero.
2. Lograr conectarme conmigo misma y meditar situándome en el presente: poner la mente en blanco, desconectarme y olvidar pensar por un momento para mí era casi imposible. Siempre estamos tan ocupados que no nos permitimos relajarnos y menos le damos un break a nuestra mente y nos levantamos pensando y nos acostamos con muchas ideas más. Así que cuando comencé a asistir dos veces por semana a clases de yoga, por fin aprendí a situar mi mente en ese instante y me olvidé por un rato de pensar.
3. Desarrollar la paciencia: si bien es sabido que más tarde que nunca el universo conspira y nos premia con importantes recompensas, siempre nuestra ansiedad y el quererlo todo rápido nos hace olvidar lo importante y necesario que es esperar. El Yoga es una disciplina que requiere aprender a trabajar los tiempos, que te enseña que a través de la práctica diaria verás avances y resultados. Lo cual, si aprendes a incorporarlo en tu vida en general, te llevará directo al éxito y a concretar cualquier objetivo que te impongas.
4. Disfrutar una vida disciplinada: cuando aprendemos a respetar nuestro espacio, a trabajar en grupo y a conectarnos con alguien más, sin duda la vida es más satisfactoria. A mí esta práctica me ha permitido compartir y trabajar en grupo, comprendiendo que para avanzar también necesitas el apoyo y cooperación del otro, desde un ejercicio físico hasta cuando emprendes un nuevo proyecto y desafío.
5. Entregarse por completo: muchas veces no entregamos nuestro 100% en lo que hacemos, pero sí esperamos los mejores resultados. ¿El error? El no comprender que recibimos lo que merecemos y en la misma medida que entregamos. Lección que pude comprender y reflexionar un miércoles por la tarde mientras me encontraba en mi clase de Yoga. ¿Hoy? Entrego lo mejor de mí en cada y mínima cosa que hago todos los días.
6. Ser siempre constante: cuando fracasamos, nos desmotivamos. Cuando no se tiene la suficiente elongación para realizar una postura, nos frustramos y abandonamos. Esta disciplina nos enseña todo lo contrario, nos recalca que el trabajo constante nos llevará a superarnos y que, si partimos bajo en todo, ya alcanzaremos lo alto reiterando. ¿Lo mejor? Después de ver como tu cuerpo se supera y avanza día a día, nunca más te darás por vencido en nada que hagas y el “no puedo” no existirá más.
7. Agradecer lo que eres y tienes: antes nunca tenía tiempo ni me importaba tomarme un tiempo para dar las gracias por todo lo que estaba viviendo. El estar siempre a mil revoluciones no te permite ver nada, insisto, no te desconectas jamás y nos existen los espacios para contemplar. Hoy afortunadamente y gracias a esta práctica milenaria me puedo dar el tiempo de agradecer un día inolvidable, una nueva oportunidad de ser parte de una clase, de conectarme conmigo misma o de permitirle a mi cuerpo conectarse con lo más profundo de mi ser.
8. Complace a tu organismo: con la mala alimentación, la falta de sueño, el estrés y cuantas cosas más, sin duda, descuidamos nuestro cuerpo y órganos. El Yoga te permite masajear tu columna, entregarle flexión a tu cuello, limpiar y deshinchar tu colón y muchas cosas más con las cuales podemos darnos una ayudita extra y ¿lo principal? No te darás ni cuenta cuando comienzas a tomar conciencia de lo importante que es entregarle lo mejor a nuestro máquina o motor.
9. Satisfacción con pequeñas grandes cosas: cuando partí en mi primera clase, mi elongación era la habitual de una persona que no practica ejercicio desde el colegio. Con suerte podía alcanzarme los tobillos al estirarme sentada y el dolor era siempre constante. Hasta que comencé a practicar, a entender que siendo constante todos los días avanzaría un centímetro más y así fue que un día la sonrisa se me formó de oreja a oreja cuando podía tomarme la punta de los pies con mis manos en la misma postura inicial. Este simple hecho, así como muchos, me ha ayudado a sentirme plena, feliz y agradecida con cosas más mínimas y simples de las que pude imaginar.
10. Convencete que los impedimentos están en la mente: el temor o miedo a no poder realizar algo es lo que nos bloquea. Nuestros pensamientos cortan el flujo de nuestras energías y forman las barreras para que no podamos avanzar en lo que queremos. El Yoga te enseña y convence que tu cuerpo, mente y alma siempre pueden avanzar más y que si aprendes a controlar tu respiración, a mantenerte en el presente y a bloquear pensamientos distractores que te sacan del enfoque, nunca más creerás ni pensarás que no puedes lograrlo.
Dos o más clases semanales, después del trabajo y antes de irme a mi hogar, es parte de mi estilo de vida de la mano del Yoga. Mi mejor aliado al momento de crecer profesionalmente, considerando que me ha empapado en disciplina y conocimientos; el más eficiente remedio para aprender a llevar mis dolores de cabeza, ya que por fin comprendí que la mala respiración influía directamente en mi oxigenación y lo mejor, para el final, la auto superación que me engrandece en cada práctica y me llena de satisfacción el corazón. Porque no es sólo una práctica deportiva, sino un mar de buenas energías, amor y sentimientos que te llenan al final del día...