Claramente el vóleibol no es una actividad masiva ni que llame la atención de muchos en el país. En lo personal, motivado por mi afición por los deportes ingresé a un taller de esta disciplina en el colegio, por allá en el año 2002 -tenía 12-, sin saber que era una disciplina muy técnica y la que me heredó los esguinces de dedos y muñeca más dolorosos de toda mi vida.
Todo empezó en séptimo básico en el Colegio República del Brasil de Concepción, donde la vida de los estudiantes gira en torno a un balón de fútbol en todo momento, en la sala de clases, en los recreos, y para qué decir en las horas de educación física, donde no existían las lagartijas, ni las flexiones de brazos, ni ningún otro deporte, sólo importaba armar dos equipos y echar a rodar la pelota. Por eso fue sorpresivo cuando llegó un ex voleibolista de Linares a impartir talleres, con el fin único de conformar un equipo competitivo para disputar torneos interescolares.
Como era de esperar en aquel entonces, no teníamos equipamiento, con suerte el colegio había comprado una malla y unas cuantas pelotas. Recuerdo que mis primeras clases en el taller fueron con zapatillas de baby fútbol, ni siquiera tenía rodilleras. Entrenábamos una o dos veces a la semana. Un tiempo ínfimo para formar a verdaderos campeones.
En resumen, el equipo nunca fue competitivo. Nuestra máxima aspiración en los torneos era ganar por lo menos un set, si mal no recuerdo, eso nunca pasó. Lo importante, es que el "bichito" del vóleibol me picó, empecé a seguir el deporte en la TV y retomé la actividad muchos años después, en 2009. Estaba en primer año de Periodismo en la “U de Conce”, y me tocó conformar el equipo de “volei” que representaría a la carrera en las Olimpiadas de Periodismo en La Serena. Eran equipos mixtos, no nos fue bien, creo que no pasamos primera ronda, pero le hicimos collera a la U. de Chile.
Tras la nefasta participación en La Serena, en segundo año de carrera me inscribí en un ramo complementario de Vóleibol dictado por la Facultad de Educación Física. No lo niego, en las clases me sentía todo un erudito en la materia, conocía el reglamento, manejaba el tema de las rotaciones, de las posturas del cuerpo al momento del saque, del salto, de la recepción del balón. Mis compañeros de clase me miraban con algo de respeto, sin saber que nunca en mi vida había ganado un partido “oficial”.
Quizás no soy un gran exponente del deporte de “saque y remache”, pero por ganas no me quedo, y bueno, para un periodista siempre es positivo manejar conocimientos sobre la mayor cantidad de deportes posibles. Hay más cosas que el fútbol, en eso no hay discusión.
Hoy, ya colgué las rodilleras y las vendas para dedos. Los amigos del colegio y universidad con los que practicaba este deporte ya no lo hacen, y no es tan fácil como en el fútbol encontrar gente que se anime a jugar “volei”, tampoco abundan las canchas con malla para el desarrollo de esta actividad. Bueno, a veces inflo el balón y peloteo en la playa, pero no es lo mismo que tener un equipo de seis haciendo rotaciones, con árbitro, público y toda esa parafernalia que envuelve a esta disciplina.