Hace unos dos años volví a correr en cerro. Lo primero que hice fue el San Cristóbal, lugar de iniciación típico de corredores y ciclistas. Lo comencé a subir una vez a la semana, cada vez mejorando mi forma de llegar y mis tiempos. Así estuve hasta la primera competencia, el 2013, cuando corrí los 14 km de Putaendo. Un recorrido y una distancia muy suave e ideal para comenzar. Fue una buena primera experiencia que me permitió sacar el lugar 15. Este año volví a correr la misma distancia, en la misma competencia, el pasado 7 de junio con resultados similares. También corrí los 7 km del trail nocturno de Aguas de Ramón en la comuna de La Reina. Esas competencias y tres meses de trabajo de repeticiones de series de 400 y 800 metros y ejercicios de fortalecimiento como sentadillas y estocadas fueron mi principal preparación para lo que se vendría.
El pasado 12 de julio me decidí a recorrer los primeros 25 km de Peñuelas. Corrí con mi amigo David (el del lado izquierdo de la foto). Ambos llevamos el mismo ritmo en calle y considerábamos importante correr con alguien una distancia tan larga. En el lugar había unos 13°C y aunque había un poco de sol, igual nos acompañaba un poco de viento, por lo que decidimos correr con calzas y poleras de manga larga. El problema fue que tras el calentamiento inicial, el sol hacía percibir más intenso el calor corporal. Queríamos deshacernos de las poleras manga larga, pero los autos estaban bastante lejos e ir a guardarlos implicaba sacrificar lugares en el encajonamiento, por lo que tendríamos que partir mucho más atrás de lo que esperábamos. Decidimos arremangar nuestras poleras y correr tal como estábamos.
Según la organización del evento, habrían dos puntos de hidratación que nos servirían: uno al kilómetro 10 y otro al kilómetro 20, por lo que decidimos no llevar mochilas de hidratación (lo que terminó siendo un gran error). El calzado nos respondió bien todo el camino. Usé el modelo de calle New Balance 890 v4, con una suela semiplana que permite correr rápidamente y mantener un buen agarre en superficies con inclinación media. Todo iba bien hasta el km 6, altura de la competencia donde terminaba la zona plana y comenzaba el cerro. En esa parte pasamos a muchos competidores y nos ubicamos entre los 10 primeros participantes. Pero el ser corredores de calle, no nos acompañó en las subidas, donde debimos bajar nuestro ritmo. No obstante, podíamos recuperar muchos metros en las bajadas. Así llegamos hasta el kilómetro 10, donde paramos para hidratarnos.
Del km 15 al 20 fue una tortura. Nos pasó la cuenta el cerro y la falta de agua, por lo que decidimos caminar en cada subida. Nos desmotivamos sólo por el hecho de no tener agua, cuestión que nos hizo parar incluso en zonas planas. No sabíamos a qué altura de la competencia estábamos ni cuánto faltaba para el próximo punto. En el camino nos fuimos encontrando con otros corredores. Uno de ellos nos dio un poco de agua y otro nos informó que íbamos en el kilómetro 19. Ahí comenzó una búsqueda desesperada por el famoso kilómetro 20. Le preguntamos a un banderillero por el punto y nos dijo que estaba después de la siguiente subida.
Corrimos hasta encontrar el punto y ahí nos tomamos gran cantidad de agua, plátanos y naranjas picadas. Nos detuvimos unos tres o cuatro minutos ahí, fue como un paraíso. Con al agua en el cuerpo, volvieron las ganas de correr y terminar dándolo todo. Alcanzamos a pasar a unos 5 competidores. El grito de un corredor desconocido que nos alentó llegando a la meta, nos hizo terminar la competencia con la felicidad de haber finalizado la carrera y quedar entre los primeros 16 competidores. Una carrera a la que volveremos mejor preparados en la próxima fecha, será nuestra revancha.