A nadie le cabe duda de que Serena Williams es la mejor tenista de la historia. Pero no es mi ídolo deportivo. La mujer a la que idolatro dentro de esta bonita disciplina se llama Na Li, y vive a miles de kilómetros de Estados Unidos, en China, un país sobrepoblado, donde hasta hace unos años apenas se hablaba de tenis. Aunque sus logros deportivos no se pueden comparar con los de la demoledora Serena o con los de la sensual y talentosa Sharapova, su vida y carrera profesional han sido realmente excepcionales.
Su retirada
En septiembre de 2014, cuando anunció su retirada, sentí una ligera desazón: se iba de las canchas, para nunca volver, una de las mejores atletas del mundo, pero también una de las que más se preocupaba por el espectáculo y hacía de cada competencia y su diario vivir una lucha de gladiadoras. Era muy rápida, tenía las piernas fuertes y un estado físico espectacular; todo esto sumado a una técnica exquisita caracterizada por un fuerte revés a dos manos y una capacidad única de volear con la diestra.
Aunque lo más importante de ella era su carácter rebelde y lo suficientemente osado como para desafiar la maquinaria deportiva china y romper sus relaciones con esta en busca de que los frutos de su esfuerzo los pudiera disfrutar ella y no un sistema catalogado por muchos como opresivo.
Justificó su retirada diciendo que abandonaba las canchas a causa de sus prolongadas lesiones, especialmente las de las rodillas, que la habían atormentado durante los últimos años y llevado a bajar su nivel de manera sustancial (en el 2014 se hallaba entre el Top Ten mundial). Los que conocemos de su talento, carrera, vida y forma de pensar sabemos que más allá de todo eso había un frenético deseo de vivir, de entregarse a su familia y tratar de llevar una vida alejada de las competencias y de la agobiante fama. Unas cuantas lesiones no podían ser un obstáculo para ella. Y prueba de lo que digo es que a los pocos meses anunció que iba a ser madre. De cualquier manera, iba a ser una de las grandes figuras que no estuvieron presentes en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Sus inicios
Na Li nació el 26 de febrero de 1982 en Wuhan, la quinta ciudad más poblada de China (14,3 millones de habitantes). Y a los cinco años, su padre, Li Shengpeng (quien en su juventud había sido jugador de bádminton), ya había decidido que ella debía ser deportista. La inscribió un club local de bádminton sin preguntarle si lo deseaba. Desde ese momento, la vida de Li se convirtió en un constante entrenamiento, hasta que un entrenador les sugirió a sus padres rotarla al tenis, disciplina para la que le veía mejores condiciones.
Ellos lo dudaron un poco porque ese deporte apenas tenía practicantes en su país y no contaba con una tradición de títulos a nivel internacional. No era como en Chile, por ejemplo, donde su popularidad ha llevado incluso a que existan frases típicas de tenistas y canchas por doquier. Pero, finalmente, aceptaron. Nuevamente decidieron por ella, y otra vez no tuvo más opción que obedecer. Lo único que tenía que hacer era seguir entrenando lo más fuerte posible.
Su carrera
Ahora hacía parte del Juguo Tizhi - sistema deportivo chino de alcance nacional- que consiste en reclutar a los deportistas más prometedores, entrenarlos y apoyarlos en todo sentido. Claro que no de manera gratuita. A cambio de esas subvenciones, se les exige obediencia total y entre el 60 % y 65 % de sus ganancias. El régimen es tan frío y calculador que a Na Li, cuando tenía catorce años y mientras disputaba un torneo, sus entrenadores le ocultaron la noticia de la muerte de su padre para que no se desconcentrara.
Prácticamente, manejaban su vida. La exigencia era tan agobiante y su espíritu tan rebelde que, en el 2000, a los 20 años y solo uno después de convertirse en tenista profesional y ganar varios campeonatos de la Federación Internacional de Tenis (ITF), renunció a su carrera para dedicarse a estudiar Periodismo en la Universidad de Huazhong.
Sin embargo, su talento era único en aquel país de tan alta densidad demográfica, y tanto su marido como algunos amigos y el Estado (que accedió a “aflojar un poco las cadenas”) influyeron para que volviera a las canchas en el 2004.
¡Y por fortuna regresó!
Hasta ese momento, solo había ganado dos títulos de la WTA y sus mejores ubicaciones dentro del ranking mundial oscilaban entre el puesto 20 y el 30. Pero después de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, se acogió al Danfei (cuya traducción sería "vuelo solitario"). Se trataba de un derecho recientemente promulgado por el Estado chino que les permitía a los deportistas de élite abandonar los equipos nacionales, elegir sus rutinas de trabajo, pagar sus propios entrenadores y dejarle al Estado no más del 12 % de sus ganancias. Obviamente no iba a recibir nada a cambio. Tenía que olvidarse del apoyo y las subvenciones.
Volando sola
Acogerse a ese derecho, en el que ella había influido demasiado con su comportamiento rebelde y su apatía hacia la política deportiva, significaba romper su relación de dependencia y sumisión con la maquinaria estatal. Algo arriesgado, pero, al parecer, para ella fue lo mejor que le pudo haber sucedido.
Después de empezar a “volar sola” Li ganó cinco torneos, incluyendo el Roland Garros (en 2011) y llegó a dos finales del Abierto de Australia (el mismo año y el 2014). En total, tiene nueve títulos WTA en individuales, dos en dobles y es la única tenista asiática que ha llegado a ocupar la posición número 2 en el ranking de la WTA.
Nuevamente su retirada
Ahora se retira. Una mujer que hizo historia en su país, que con su talento y carácter de hierro logró que un Estado autoritario y conservador diera el brazo a torcer. Pero también una mujer con poca infancia, que padeció diferentes problemas con su padre y a la que forzaron a entrenar de manera desmedida. Una mujer que, según su entrenador argentino Juan Carlos Rodríguez, pocas veces recibió palabras de aliento. Incluso, cuando la revista Times la incluyó entre las 100 personas más influyentes del mundo, su madre lo único que le dijo fue “Buen trabajo”. Se forjó en un sistema de entrenamiento riguroso, donde no había espacio para la emotividad y lo más importante eran los resultados. Pero triunfó y fue capaz de retirarse cuando le dio la gana. Primero porque le exigían demasiado y limitaban su independencia, luego porque deseaba ser madre y descansar de tanta disciplina.
Su película
En 2014, publicó su autobiografía titulada Duzi Shang Chang (Jugando conmigo). En ella, narra sus pulsos con el sistema deportivo chino, la conflictiva relación con su madre y algunas intimidades de su vida que develan lo peculiar de su existencia y la importancia de sus logros. Este libro y la relevancia mundial de su figura inspiraron al director y productor hongkonés Peter Chan para filmar una película sobre ella. Cabe señalar que de cualquiera no hacen una película, menos en China.