Parte importante de una carrera de fondo es la dosificación, pero más importantes son la resistencia y la constancia. Con veinticinco récords mundiales a cuestas, y la convicción de que aún podría correr una vez más para bajar sus marcas, Haile Gebrselassie se convirtió en una leyenda del atletismo africano y de los Juegos Olímpicos, convirtiendose sencillamente, en el mejor de la historia.
Fue bautizado con un nombre similar al de un rey de su Etiopía natal, pero el origen de su leyenda es mucho más humilde. "Gebre", hijo de dos granjeros, tuvo que sacar partido de los 20 kilómetros que recorría a diario hacia su escuela con una técnica especial, para poder convertirse en un sinónimo de competitividad. Desde los 4 años, sus ocho hermanos lo apodaron "neftenga" (crack), por la facilidad que tenía para correr.
Pero este obstáculo no fue el único en la carrera de "el emperador" de las carreras de fondo. Haile Gebrselassie tuvo que sobreponerse al asma crónico diagnosticado durante su infancia y a varias alergias que hicieron, en diversas ocasiones -siendo la última en 2011- que abandonara carreras debido al polen en el aire. Sin embargo, esto no fue un impedimento para que en 1992 se titulara campeón absoluto de la categoría Junior, en 5.000 y 10.000 metros. Él mismo confidenciaría después que su padre no creyó en él, hasta ver estos resultados.
En 1993, "Gebre" ganó su primer título mundial en 10.000 metros, para batir luego su primer récord en el campeonato internacional de 1995, disputado en Suecia. Sin embargo, el verdadero salto que lo vinculó a leyendas del running etiope como Abebe Bikila, fue lograr el oro olímpico un año después, en Atlanta. De ahí en más no paró la escalada triunfal hasta llegar a la próxima cita olímpica, en Sydney 2000, donde se enfrentó a su gran rival: el keniata Paul Tergat, con el que protagonizó una de las mejores carreras vistas en esta disciplina, que lidera las pruebas de fondo en pista.
La carrera comenzó irregular para Haile, que sólo pudo situarse en la segunda parte de la competencia como una real amenaza para Tergat, que marcaba el ritmo de los tres competidores de avanzada. Fue sólo en los últimos 200 metros de competencia, en la recta final, en donde la fe y la constancia de "Gebre" hicieron que lograra dar caza al keniata y lo hicieron merecedor de su segundo oro olímpico. A su regreso a Addis Adeba, lo esperaron más de un millón de personas, deseosas de estrechar la mano de un auténtico "héroe nacional".
Sin embargo, su más épico triunfo lo registró en la maratón de Berlín, ocho años después de la hazaña olímpica. Aquejado de un fuerte dolor en la cadera, Gebrselassie tuvo que recurrir a todo tipo de tratamientos, siendo sólo un atípico masaje alterno en la cadera y el gemelo el que le daría resultados satisfactorios, a sólo días de la largada. Después de una previa relajada, en donde incluso se dio el tiempo de firmar autógrafos a otros competidores con su eterna sonrisa en el rostro, la carrera inició y "Gebre" se situó de inmediato en el grupo de avanzada.
A las dos horas de competencia, el etiope sólo corría contra sí mismo y contra el reloj que lo presionaba para conseguir su último récord mundial. A pesar de encontrarse sin fuerzas, Haile pudo ser más rápido que todos los demás, incluyendo al tiempo. Cuando traspasó la meta dispuesta en la famosa Puerta de Brandenburgo, una ovación cerrada lo recibió a modo de premio al esfuerzo y la constancia.
En este video, queda clara la máxima que Haile Gebrselassie dedica a todo aquel que quiere y aún no se decide a competir: “Lo más difícil no es el cuerpo, es la mente”.