No soy un fanático del running, ni un experto en fitness, pero me preocupa trotar a diario, únicamente por lo beneficios que trae a mi salud y bienestar personal. No tener esto como una pasión me lleva, muchas veces, a dejar de lado el ejercio por un par de días, a lo más una semana, sin embargo, hace poco pasé por un largo receso que me tuvo meses sin tener gran actividad física ¿La razón? Trabajo.
¿Por qué les cuento esto? Porque sirve para contextualizar la historia que les vengo a contar que, como habrán visto en el título, habla sobre mi primera experiencia recorriendo el cerro San Cristóbal. En estos días decidí retomar la vida deportiva, porque no me sentía bien con mi cuerpo y no tenía las mismas energías que cuando practicaba con normalidad. Tuve la suerte que justo esta semana vino un amigo a la ciudad y me propuso la idea de subir el cerro San Cristóbal trotando. Una locura, pensando que llevaba meses sin hacer actividad física constante, pero igual tomé el desafío. Me dije "este reto es el que revivirá mi motivación", así que acepté.
- ¿Cuándo y dónde?
- Sábado, 10 am a la entrada del cerro.
- Ahí estaré.
Llegó el sábado y me sorprendió que hace tantos fines de semana que algo no me motivaba a levantarme tan temprano como lo fue este desafío. Ya a las 8 am estaba en pie y tomando un desayuno liviano para no desfallecer de una manera tonta. Llegó la hora y caminé en dirección al cerro, pensando todo el rato en que no llegar a la virgen sería una derrota, por lo que lo lograría como sea, aunque fuese a rastras o en la espalda de alguien.
Llegué al cerro, me encontré con mi amigo y obviamente que lo primero que hicimos fue una larga sesión de elongación para enfrentar el reto. Yo, en especial, tengo un nivel de elongación igual a cero, así que intentar soltar un poco los músculos para mí es doblemente obligatorio. Después de eso ¡Comenzamos!
David contra Goliat
Apenas comencé el ascenso me di cuenta que los años dorados ya pasaron (nunca para tanto), mejor dicho, noté de inmediato el bajón físico que me dejaron los meses de inactividad. En los primeros metros ya sentía las piernas pesadas y claro, si no estaba enfrentándome a un camino plano, sino a una subida. Así que ya en el primer kilómetro sentía las extremidades bastante muertas y no me imaginaba como podría superar la meta.
No sé si es apoyo moral de alguien más o esa pasión interna que uno lleva, pero logré avanzar más de la mitad del trayecto con unas piernas que me pesaban el triple (esto también por mi poca elongación). Ni siquiera estaba cansado o ahogado, eran esa carga en los pies lo que me tenía pensando que no lo iba a lograr, pero corría y corría con ese aire que todos los deportistas sacamos cuando ya no damos más: alma y corazón. Porque así como el combustible mueve a cualquier auto, poner corazón nos vuelve prácticamente incansables.
Ya en la mitad del trayecto, no daba más y tuve que dejar de trotar, pero nunca detenerme. Si algo tenemos claro los casi deportistas, es que cuando uno se detiene, ya no hay vuelta atrás. Es difícil volver. Así que continué caminando a un ritmo constante para dejar de sentir el peso de las piernas. Para qué voy a contar que en nada ayudaba los más de 30° que atacaban esa mañana.
Andar más despacio me ayudó a sentirme más aliviado, por lo que así me la llevé gran parte del trayecto, trotando y caminando cuando las piernas no daban más, pero nunca me detuve, en ningún motivo. Así me la llevé gran parte del trayecto y cuando comenzaba a pensar que esto no iba a terminar nunca, mi amigo comenzó con su charla motivacional de "no queda nada".
Y así fue, a mis pies la tan ansiada meta, la cima del cerro. La sensación de lograrlo fue increíble, contra todo pronóstico logré terminar el trayect y vencer a Goliat. Mi amigo me confesó que creía que no lo iba a lograr, pero allí estaba yo, con la vista panorámica de Santiago y sintiéndome un ganador. Claro que no lo hice de forma perfecta, caminé unos buenos metros y me sentí fatal en algunos momentos, pero eso no importaba: lo había logrado.
¿Cuáles fueron mis sensaciones de la primera experiencia con el cerro San Cristóbal?
En primer lugar, que cualquier persona lo puede lograr. Vi gente de todas las edades, cada una con su ritmo propia, pero con una meta en común: llegar a la virgen. Todos pueden trotar este trayecto, porque está lleno de personas que sacarán la mayor motivación de uno. Es un gran ambiente, con un grato paisaje y con todos los condimentos necesarios para que la sensación no sea mala.
Segundo, hay que ir bien preparado. Lo más recomendable: zapatillas para practicar running. No es un terreno ideal y el hecho de estar en ascenso hace aún más necesario tener calzado de calidad. Por esa parte, preocúpense y mucho. Lleven agua y no olviden echarse bloqueador. No habré sufrido tanto en el cerro, pero vaya que que agonicé con las quemaduras en mi hombro.
Por último, si no quieren tomar el desafío de trotar el cerro, simplemente camínenlo. Todo es una bonita experiencia y llegar a la cima es un logro personal cumplido. Hay una atmósfera allá arriba que te lleva a apreciar las cosas de una forma distinta. No sé como describirlo a la perfección, pero bueno, simplemente denle una oportunidad y disfruten.