Estoy por cumplir diecinueve años edad y cinco años en la práctica de Kenpo Karate, un arte marcial con orígenes en China y americanizado (adaptado a América) por Ed Parker en Estados Unidos durante la década del 50´. Este estilo se caracteriza por utilizar tanto golpes circulares como rectos, priorizando la velocidad en vez de la fuerza. Como alumna de esta arte marcial, con grado Café II, he logrado bastantes metas a lo largo de todo este camino que comencé a los catorce años.
He aquí alguna de las metas que me propuse y logré superar al practicar este deporte:
1.Ganar confianza en mí misma: Al igual que muchos jóvenes, yo sufrí bullying escolar, pero sin darme cuenta de él. Al estar inmersa en una idea de amistad tan "perfecta", no me daba cuenta que los golpes, patadas y/o la dependencia excesiva hacia mis amigas era algo incorrecto dentro de ese tipo de relaciones. Ocurrió durante meses, y no fue hasta que una amiga le contó a mi profesora jefe, quien posteriormente le contó a mi mamá, que me di cuenta en lo que estaba metida; tenía solo trece años. Un año después comencé a asistir a clases de Kenpo, donde sí o sí tenía que entablar una conversación tanto con mi instructor como con los demás alumnos. Después de cinco años asistiendo sé muy bien lo que soy capaz de hacer, aprendí a separar a las personas tóxicas de las buenas en el ámbito de las amistades y, aunque tengo solo algunos amigos cercanos, cuento con ellos siempre, sabiendo que lo que quiera hacer en la vida, recibirá el apoyo total de ellos. Tener confianza en uno mismo es fundamental en tu desarrollo personal, te ayudará a crear metas y superarlas, dando una muy buena imagen a los demás, que te verán como una persona exitosa y feliz.
2.Tratar con niños: Fui la hija y prima menor durante casi diez años, por lo que me acostumbré a tratar con personas mayores (la menor diferencia de edad que tengo con algún primo son cinco años) y a jugar sola, hasta que aparecieron mis dos primos pequeños. Sinceramente no sé tratar con niños; nunca me pedían cuidarlos, los veía solo en las juntas familiares, en fin, evitaba esa "responsabilidad", hasta que, después de un par de años, y un par de cinturones a la espalda, me convertí en monitora de la clase de niños dentro de mi escuela de Kenpo Karate. Mi instructor confía en los conocimientos que me ha dado a lo largo de los años que he pasado en la escuela, por lo que debía ser fácil enseñarle a niños de entre cuatro y once años las técnicas y formas básicas. No lo es cuando no tienes paciencia, por lo que tuve que aprender a tratar con ellos, saber que pueden desconcentrarse fácilmente, que no pueden quedarse quietos, o lo más importante: que son niños. Ya acostumbrada a ser monitora puedo decir que mi relación con los cerca de diez niños que enseño es muy buena. Esta, para mí, es una de las metas más importantes que he cumplido durante mi practica, porque no solo mejora mi relación con ellos, si no que también con mis amigos y mi familia.
3.Diferenciar entre ser líder y ser jefe: Siempre me ha gustado hacer bien las cosas, pero a veces lo tomaba demasiado en serio, sin escuchar las opiniones de los demás. Eso para mí significa ser un jefe. Al ser monitora, uno se convierte en un ejemplo a seguir para los demás, sobre todo si son niños/as en pleno desarrollo personal, por eso me decidí a convertirme en un líder: alguien en que puedes confiar, que te escuchará si tienes un problema o duda, sea de Kenpo Karate o no, alguien que puedas seguir ciegamente, sabiendo que te llevará por un buen camino. Las mejores personas, las exitosas, son líderes innatos; puede que cueste, pero vale la pena si significa que te vean como un buen ejemplo de vida y un apoyo en caso de problemas, por lo que mejorar en este aspecto fue primordial en mi desarrollo personal.
4.Ser más sociable: Soy de esas chicas tímidas, con pocos amigos, que prefieren quedarse en casa a salir a algún lugar, pero a veces, como uno de los cinturones de mayor grado en la escuela, debo presentarme a torneos. La sola idea de estar en un gimnasio lleno de gente que no conozco me vuelve loca, pero debo afrontarlo, por lo que, si puedo, intento hablarle a la persona junto a mí, para hacer más ameno el momento de nerviosismo pre-competencia. Si no necesitara hacerlo, créanme, no lo haría, pero quedarme en silencio esperando mi turno suele convertirse en un infierno. El Kenpo, sin saberlo, me ayudó a poder abrirme más a la gente, sabiendo o no que puedo o no verlas en el futuro.
¿Por qué es importante? Porque tarde o temprano, estaré en un lugar sin algún conocido y necesitaré ayuda, así que quedarme callada en un rincón esperando a que se solucione todo, solo por mi miedo a socializar, no ayudará mucho. Incluso, he mejorado las relaciones sociales de hace años que tengo, siendo una ventaja tanto para mí como para mi entorno.
5.Saber combatir: El mundo es diferente ahora, por lo que tengo que saber defenderme en caso de cualquier peligro que se me aparezca. En Kenpo, el combate es esencial, enseñando cómo golpear y en dónde, pero sobre todo, te enseña a pensar, reflexionar la situación para decidir rápidamente qué hacer: lo primero que me dijeron, cuando me explicaron el tema de las armas, fue que es mejor entregar todo para así no poner tu vida en peligro. Con el tiempo aprendí que es verdad, pero siempre se debe estar preparado/a para una pelea, donde lo más probable es que te inciten a ella. Esto me enseñó humildad, que tengo un "poder" que debo saber utilizar solo en algunos casos, porque personas inocentes pueden salir heridas entre el alboroto que se puede armar.
6.Que me respeten, independiente si soy hombre o mujer: Esto se relaciona con el punto anterior: ser mujer, hoy, es peligroso; algunos no te toman en serio, otros se sienten con el poder de pasar sobre ti, en todos los ámbitos de la vida. Durante mucho tiempo, en mi escuela, fui la única mujer, ya que: o iban y no les gustaba, o se tenían que ausentar durante mucho tiempo por estudios/trabajo. Hoy mi única compañera de la clase de adultos está con prenatal, por lo que yo me convierto en la persona de mayor grado de la escuela, seguida de seis hombres. Ese "título" me ha hecho ganar respeto, no solo entre mis compañeros, sino que también entre los niños que asisten a clases, alumnos de otras escuelas y otros maestros, demostrando que yo logré llegar hasta ahí con años de práctica. Muchos me piden ayuda con las técnicas, o a veces en teoría. Sé que aún me queda mucho por aprender, pero en el ambiente de respeto que se respira en la escuela será fácil llegar.
7.Aprobar un examen de cinturón: En Kenpo Karate, cada vez que quieras ascender de grado, debes hacer un examen de cinturón, donde tienes que demostrar que sabes todo lo que deberías saber en ese grado. Si sobrepasas el puntaje mínimo de aprobación, te ganas un nuevo cinturón; por el contrario, debes volver a darlo un tiempo después, pero con mayor exigencia. Uno piensa que al practicar un arte marcial no es necesario estudiar. Pues se equivocan. Cada técnica y forma tienen que tener el mismo tiempo de práctica que la teoría de cada grado. Nunca fui una joven estudiosa, por lo que dedicarme una tarde completa a repasar era muy difícil en un principio, pero siendo ordenada y disciplinada en ese aspecto, logré acostumbrarme a una rutina de estudio que me sirve, incluso, hoy en la universidad, donde la exigencia es mucho más alta que en el colegio. He llegado a un cinturón avanzado por mi perseverancia y disciplina en los estudios.
8.Dejar de ser sedentaria: Cuando chica nunca fui aficionada a los deportes, de hecho, ni siquiera en el colegio me esforzaba en Educación Física, sacando pésimas notas en pruebas tan fáciles como hacer abdominales. Mi mamá, en sus intentos para que yo hiciera deporte, me inscribió a una escuela de baile por tres años: fue un infierno para mi, sobre todo convencerla de que no era lo mío y que buscáramos otra cosa. Ahí encontré el Kenpo. Era la primera vez que encontraba una verdadera motivación para hacer algo, sabiendo que no iba a ser fácil, tomando en cuenta todos mis hábitos de floja que había sembrado durante años. Ahora, aunque no soy una deportista por excelencia, me motivé a asistir a gimnasios, a cuidar mi alimentación y explotar mis capacidades físicas (siempre con precaución), llegando a mejorar mi estado de ánimo y mi salud.
9.Aceptar que cometo errores: Como todo ser humano, cometo errores, pero era demasiado orgullosa como para darme cuenta o pedir perdón por ellos. Sucede que en los torneos puedo o no ganar, y significa que algo hice mal: me desconcentré, no practiqué lo suficiente o me confié demasiado en una victoria. Al igual que con el punto de "saber combatir", la humildad es algo primordial en cualquier arte marcial, te enseña que no eres perfecto, que deberás enfrentar, de repente, fracasos mayores y menores en tu camino personal, o incluso, herir a personas cercanas a ti con el simple hecho de decir algo. Aceptar que uno comete errores es algo básico que se aprende al practicar un deporte, pero al principio no es fácil de aceptar, por lo que aprender a ejercerlo vale la pena, sobre todo si es en un ambiente de aprendizaje como lo es un tatami junto con personas que también quieren aprender como tú.
10.Amor propio: Mi mayor objetivo, después de todos estos menores, es muy simple: aprender a amarme a mí misma como soy, con todo lo que tengo y con lo que soy capaz de hacer. La confianza, el liderazgo, la perseverancia, la tolerancia, el respeto, y muchos más, son pilares primordiales que tienen que estar en una persona y una sociedad desarrollada, con equidad y cultura. A uno, sobre todo en la adolescencia, le cuesta ver lo bueno que tiene, por tanto, tener a alguien que te dice que vas mejorando en lo que haces es un gran incentivo. Te mantiene alerta a todo lo que puede pasarte, conoces mejor tus emociones, tu cuerpo, tus capacidades, todas las cosas que no solo se aplican en el mundo del arte marcial: la disciplina que te exigen rinde mucho más en el ámbito académico y social, estableces mejores relaciones con tu familia, amigos, colegas, etc. Parece demasiado utópico, pero en toda mi experiencia, he llegado a sobrepasar duros momentos en los que dudaba de mi misma de una forma muy severa, donde me culpaba por todo lo que pasaba, incluso si ni siquiera estaba entrometida en eso. Aprendí a quererme como soy, y eso, es el mejor regalo que pueden hacerte.
Si bien aún me falta mucho por aprender, el Kenpo ha sido una de las mejores influencias que he tenido en la vida, creando una mejor imagen del mundo de la que tenemos hoy en día. Si quieres un empuje a ser más deportista, estar sana, o simplemente ser más feliz, el Kenpo Karate es lo tuyo. Puede que no sea tan conocido, pero si es muy efectivo.
¿Quién dijo que las artes marciales solo sirven para golpear?