El Cerro El Roble es una excelente alternativa para quienes comienzan en el trekking y también si te estás reintegrando al deporte después de un largo periodo fuera de las pistas.
Empecé a practicar trekking en 2005, inspirada por las historias de mi abuelo motañista. Aunque nunca fui constante hasta 2009, cuando ya tenía 30. Cuando decidí que quería subir cerros, me preparé, entrené seriamente, me compré de a poco el equipo necesario y comencé a subir, por el día, los fines de semana. Al comienzo, fui con la rama de la empresa para la que trabajaba, luego me inscribí en el Club Andino Los Malayos, quienes no cobran por participar y reciben a todos los amateurs.
Hice un curso de montaña básico y hasta fui guía de trekking en las Torres del Paine una temporada. Sin embargo, el año pasado comencé con una molestia en la cadera, lo que resultó ser un pinzamiento y aunque decidí no operarme, estuve 8 meses sin caminar un cerro. Por eso, la elección de El Roble me pareció una buena alternativa.
Había escuchado que los robles toman un color rojo en otoño, lo que era uno de los principales atractivos de la caminata. Ya estábamos en invierno, pero valía la pena ver ese bosque. La ruta tiene dos alternativas, ir por el sur, que es casi una carretera, con baja pendiente, o por la subida normal desde el sector Capilla de Caleu, al que se accede desde las carretera 5 norte, desde Til-Til, o por la salida Runge, para luego retomar hacia Caleu.
Una vez en el sector Capilla de Caleu, se debe descender con el auto y luego subir pocos metros siguiendo unos letreros pequeños que dicen “hacia el roble” hasta encontrar el sector donde cobran 2 mil por persona. El auto se estaciona junto a un funicular de carga y desde el mismo punto comienza el camino.
El comienzo es un camino para autos, aunque en mal estado por lo que es mejor hacerlo caminando. Pocos metros antes la segunda torre de electricidad, se debe tomar un sendero pequeño a la izquierda, para luego entrar en el bosque de robles, que es hermoso a pesar de estar casi sin hojas en invierno.
Desde la penúltima torre hay dos opciones, la primera era ir directo hacia la cumbre, pero como había un poco de nieve, no se podía ver clara la huella, por lo que tomamos la segunda opción, siguiendo el camino que se une con la ruta desde el sur. Arriba hay un pequeño observatorio que perteneció a la Universidad de Chile y quedó en desuso.
A pesar de las antenas, la vista de la Cordillera de Los Andes y de la Costa desde ahí es magnífica. Se recomienda llevar zapatos de media montaña, impermeables, pues durante el inverno es normal que la cumbre esté nevada. Siempre debes llevar al menos un litro y medio de agua, ya que no existen fuentes agua durante la jornada. El sendero tiene baja dificultad, está marcado y te puedes ir guiando por las torres de alta tensión y el cable de fibra óptica que llega hasta arriba. Fueron 3 horas de subida, a paso cómodo y unas 2 de regreso al auto.
Esta fue mi bienvenida tras casi un año sin trekking y siento que esta pequeña cumbre, con 1100 metros de desnivel, me preparó para volver definitivamente a mi pasión.