Los músculos constituyen algunos de los tejidos más integrales del cuerpo. Ya sea que se trate de un fisicoculturista de 25 años, o un exdeportista, la actividad física, en particular los ejercicios de resistencia, siguen cumpliendo un rol importante en la salud muscular. Los beneficios del ejercicio se deben justamente al impacto directo de la actividad física sobre los tejidos musculares, especialmente en los entrenamientos de fuerza.
Y es que los cambios musculares comienzan con los ejercicios de resistencia. Corriendo, andando en bicicleta, levantando pesas o mancuernas, haciendo flexiones o abdominales, todo eso sirve. Y es que como hemos mencionado antes, al someter al músculo a una mayor resistencia que con la que suele lidiar habitualmente, se está actividando el proceso de crecimiento muscular.
Estos microdesgarros son perfectamente normales. Incluso es posible conseguirlos de forma involuntaria al realizar actividades cotidianas como cargar objetos pesados o las bolsas del supermercado. Lo que diferencia el tamaño y la gravedad del desgarro dependerá de las características de ese ejercicio: si es intenso o no, si es recurrente o no, con qué frecuencia y peso, por nombrar algunos factores. Cuanto mayor sea el desgarro, mayor será la probabilidad de desarrollar dolor muscular luego de la actividad física. Decimos la probabilidad porque claro esto dependerá de otros factores como la alimentación y la suplementación. El entrenamiento excesivo también puede provocar lesiones en los músculos, como esguinces o incluso rupturas. De ahí que sea importante controlar la intensidad del ejercicio para alcanzar los objetivos de entrenamiento sin arriesgar la salud corporal.
Los desgarros causados por el ejercicio desorganizan las organelas de las células musculares. Esto activa a las células satélite del exterior de las fibras musculares, que se desplazan rápidamente hacia el área del daño. Estas células se replican y maduran para constituirse como células desarrolladas y se fusionan con las fibras musculares. Y aquí viene la magia, este proceso forma nuevas hebras de proteínas musculares, lo cual incrementa la fuerza y el tamaño visible del músculo para mejorar el rendimiento en las próximas actividades físicas similares características al que se someta el cuerpo. Eso ocurre con parte de las células satélites anteriores, otras son usadas para curar el tejido dañado. Y aquí viene la segunda parte del truco, la curación del tejido muscular también ayuda a aliviar el dolor debido a la ejercitación.
Es por ello que después de grandes esfuerzos físicos es necesario descansar para dejar actuar a las células satélites en los procesos curativos y regeneradores. Los especialistas recomiendan un mínimo de 150 minutos de actividad física aeróbica semanal, de moderada a intensa, como correr, trotar, andar en bicicleta o nadar, así como un mínimo de dos días a la semana de entrenamiento de fuerza, enfocada especialmente sobre los grupos musculares principales de los brazos, piernas, torso, hombros, pecho y espalda.
Imagen CC TaniaVdB.