Tengo que admitir que correr no es algo que me resulte espontáneo. Más en una ciudad que normalmente te llena los oídos de autos y bocinazos. Pero, no le voy a echar la culpa solamente a Santiago. Es difícil hacer deporte al aire libre, porque cuesta tener un escenario de fondo que acompañe en el trayecto.
Aunque ustedes no lo crean, yo encontré ese escenario. El reconocido y hermoso Parque Forestal es una de las rutas más exquisitas para dejar las piernas andar y envolverse en una rutina de running, uno de los deportes más simples y divertidos que existen.
Es el ambiente lo que hace que este lugar sea distinto a otros cerca del centro de la ciudad. Es que los árboles se mezclan con una sensación de respeto por quien corre, por un peatón que te mira con entusiasmo y al que muchas veces le falta sólo levantar un cartel con tu nombre para hacerte barra.
Me gusta correr, porque no necesitas más que ropa adecuada (no vas a correr desnudo, obvio) y no implementos tan específicos (aunque cada vez se está complejizando este pasatiempo). Y como me encanta, supe encontrar la hora perfecta. Yo sé que la gran mayoría no puede darse mi gran lujo: trotar a eso de las 11 de la mañana. Es la hora perfecta, cuando no hay tantos automóviles a los lados y la gente está encerrada en sus trabajos.
Recorro desde Miraflores, hasta Plaza Italia, ida y vuelta, tantas veces como mis pulmones y mi ánimo me lo permitan. Sólo tienen que considerar una cosa en este tiempo de lluvias: el pasto mojado suele ser resbaloso. Se los dice alguien que terminó con un par de costras hace unas semanas.