En febrero de este año, y sin planificarlo con demasiado tiempo, me decidí realizar lo que sería la mejor experiencia de mi vida: me fui a pedalear al Sur...
La idea surgió al escuchar a un amigo que iría en bicicleta a la carretera Austral. Al comienzo pensé en hacer el mismo recorrido, pero con lo días preferí realizar un tramo menos duro, ya que el tiempo que tenía para planificar era poco. El escogido finalmente fue; la ruta de los 7 Lagos, que constaba de 350 kilómetros aprox. Era un gran recorrido, pero totalmente posible de realizar, nunca dudé en que podría hacerlo, ya que pedaleo hace años y varios kilómetros diarios.
A pesar de tener la decisión tomada y tener resistencia física , aún no podía cantar victoria, ya que me faltaba un partner para el viaje. No fue fácil encontrar a alguien, ya que no conozco a muchos que les apasione la bicicleta o realice deportes aparte del fútbol. A pesar de todo esto hubo un amigo que accedió al desafío.
Ya teniendo compañía para la odisea, comencé a averiguar lo que necesitaba para el viaje. Habían varios detalles, tanto en la ropa, como equipo. Me conseguí lo que pude, como carpa y luces, y lo demás lo adquirí.
Hice una compra muy minuciosa, ya que para este tipo de viajes necesitas ropa e implementos especiales, ya que debes ocupar muy poco espacio en el bolso, y estar preparado para el frío o la lluvia. En San diego fue donde conseguí todo lo que necesitaba para la bicicleta, tales como alforjas, parrillas, herramientas, cámaras y neumáticos. Me demoré aproximadamente 2 semanas en adquirir todo. La verdad es que gasté bastante dinero.
Con el equipo listo, y muy ansiosa, estábamos preparados para partir. La ruta finalmente sería de Valdivia hasta Puerto Montt, y lo demás se vería en el camino.
Llevarnos la bicicleta fue bastante simple, ya que la empacamos en un gran bolso y pudimos movilizarla sin problemas. Tampoco fue problema el tema de la comida, ya que nos quedaríamos en hospedajes y comeríamos simplemente en los "pueblos".
Por mi parte no hubo un entrenamiento especial, ya que la resistencia y costumbre de pedalear, ya estaban adqueridos en mí. De todas formas, dos días antes de partir, pedalié a Pirque, que fueron como 65 kilómetros. En el caso de mi compañero, si hubo un tipó de preparación. Semanas antes comenzó a cletear por Santiago, tratando de mejorar su estado físico y resistencia. Lo positivo, es que a mi compañero le gustaba mucho la bicicleta, de alguna forma, eso era suficiente para poder lograr la ruta.
El 24 de febrero, partimos el viaje . Les detallo la ruta y experiencia.
Nos fuimos en avión hasta Pichoy y desde ahí pedaleamos para llegar a Valdivia. De manera tragicómica, pinché a los 3 minutos de haber partido. Fue un camino largo y dífícil, ya que había muchos camiones imprudentes. Casi fui alcanzada por uno. Un gran susto para sólo haber comenzado. A pesar de ser la primera ruta, estuvo todo bien, sólo que tuvimos que pedalear rápido, ya que estábamos con el tiempo en contra. No nos podía alcanzar la noche.
Ya instalados en el lugar, decidimos quedarnos una noche más para visitar Niebla y Corral. Pedaleamos aprox, 40 kilómetros para llegar. El paisaje fue maravilloso. Como soy amante de la fotografía, recuerdo que paraba cada cierto rato a sacar fotos.
Como rutina y por lógica, luego de terminar de pedalear, elongábamos un buen rato, particularmente piernas y brazos, luego de eso, nos relajábamos, comiamos y descánsabamos.
Al día siguiente, (26 de febrero) partimos a Futrono. Aquí llegamos en la tarde, por lo que tuvimos la posibilidad de recorrer el lugar. Fuimos al puerto y inesperadamente nos encontramos con una barcaza que cruzaba a una isla totalmente desconocida para nosotros. De manera casual el capitán se nos acercó y nos ofreció cruzar con bicicletas a Huapi, un lugar donde sólo viven 300 personas. Una lugareña nos hizo empanadas de pino y sopaipillas. Muy rico todo. La gente con la que compartimos, estaban bastantes sorprendidos por vernos llegar en bicicleta y saber que éramos de Santiago. Todo lo vivido ese día fue una linda experiencia.
Al día siguiente, nos tocaba la ruta más dura. Debíamos llegar a Ranco y para eso teníamos que pedalear bordeando el río, avanzar en ripio y subir muchas cuestas. Este trayecto fue el más difícil de todos. Nos demoramos de 3 a 4 hrs. Fueron como 45 kilómetros. Muchas veces tuvimos que bajarnos de la bici y empujarla, ya que era imposible pedalear, la tierra además estaba muy removida porque la pavimentarían. La verdad es que lo hicimos bien, a pesar de lo díficil que fue, nunca aflojamos, ni siquiera descansamos. La idea de llegar a la cima era más imperante. Cuando llegamos ahí fue muy emocionante, aunque también un alivio, estábamos muy cansados, llegar a la punta fue un premio. En mi caso, fue la la vista más hermosa que he visto. Nos sacamos un par de fotos y seguimos a destino.
Cuando terminó el ripio fue un buen momento. Estábamos muy cansados y transpirados, ver asfalto fue un regalo en ese momento. Fue recién ahí cuando descansamos unos minutos y comimos para recuperar energías, aunque en el camino igual nos abastecimos de barras de cereal y fruta en pulpa, además de agua o energizantes.
Instalados en Ranco, decidimos quedarnos un día más, ya que se nos informó que al día siguiente -en la noche- habría fuegos artificiales en el Lago.
Estuvo muy entretenida la estadía, más aún porque me encontré con un amigo lugareńo, quien nos llevó a conocer y disfrutar del lago en la tarde. Fue el único día que no pedaliamos, todo lo hicimos a pie. En todo caso fue justo y necesario.
El día Jueves, por temas de tiempo, tomamos una micro para llegar hasta Osorno. Desde ahí pedaleamos hasta Puerto Octay, que fueron como 35 kilómetros. El camino fue agradable, sólo un poco de ripio, y viento. Fue un hermoso paisaje y sin muchas cuestas. Aquí sólo alojamos, no recorrimos mucho el lugar, ya que llegamos tarde al lugar.
Hasta ese momento la parte física nos había respondido bien, ninguno de los dos se había desgarrado o similar, mi compañero siempre se mostró dispuesto a pedalear, fuera lo que fuera. Lo menciono así, ya que él no sabía mucho acerca de la ruta y kilómetros a recorrer, ya que yo la había armado en Santiago, el cual modifiqué en un 65%. Día a día iba viendo a dónde íbamos. Sólo antes de salir averiguaba por dónde irnos, cómo era el camino, etc.
Con respecto a la convivencia con mi compañero llegados al Puerto, estaba decaída. Cada vez hablábamos menos. Nuestras diferencias se hacían presentes. Basicamente él era muy calmado, y yo muy acelerada. A pesar de esto, todo andaba bien, no habíamos tenido ningún desperfecto respecto al viaje.
AM nos fuimos de Octay. Ese día con mi amigo pedaleamos a ritmos distintos, -el se adelantó, ya que yo me encontraba algo enferma y quise cletear con calma-... Fue así como lo perdí de vista y no lo vi más... cosa muy extraña, porque él no sabía bien el próximo destino.
Sola, llegué a Frutillar. Fueron 20 kilómetros. No sabía nada de mi compañero, así que luego de disfrutar del lugar decidí seguir sola, hasta que se comunicara conmigo.
Camino al Llanquihue recibí una llamada, era mi compañero. Habia ocurrido lo impensado, estaba en urgencia; un perro se había cruzado en su camino saliendo de Puerto Octay, por lo que perdió estabilidad y cayó fuertemente en el cemento, como consecuencia se lesionó. Cuando me enteré de esto ya iba camino a Llanquihue, por lo que decidí seguir sola y esperarlo allá. Este tramo fue extramadamente duro, habían unas cuestas insospechadas que no acababan nunca. Fue una de las pocas veces que aclamé por llegar. La verdad es que estaba muy cansada. Por razones obvias, mi amigo tuvo que llegar al lugar en micro. Su odisea ya había terminado, no pudo seguir pedaleando a casusa de su lesión.
Al día siguiente, fui a dejar a mi amigo a la micro para irse a Puerto Montt, yo me iría pedaleando a Puerto Varas, mi última ruta. Cuando llegué a destino recuerdo que me 'emocioné' mucho, estaba feliz. La verdad que nunca pensé que terminaría la ruta sola, me sentía orgullosa y aperrada dadas las condiciones de no tener compañia. Aún así lo ideal hubiese sido llegar con él.
Ese día pasé la noche en Puerto Varas, y mi compañero en Puerto Montt. Nos encontrariamos al día siguiente en el aeropuerto.
Al siguiente día y último, conocí a unos unos mochileros y como andaba sola y debía hacer hora, me fui a almorzar con ellos al mercado Angelmó, para luego irme al aeropuerto.
Ya camino al encuentro con Germán, comencé a asumir que esto había terminado y que había logrado mi reto deportivo. De alguna forma le gané al destino, ya que a pesar de lo que le había sucedido a mi compa, no dude en seguir, principalmente porque me sentí en condiciones de hacerlo, ya que todo el viaje fui bastante auto valente. Cada uno se hizo cargo de uno mismo y mantener su bicicleta. Además, yo tenía todas las herramientas necesarias para seguir, como, llaves, desmontadores, cámaras, bombing, y las ganas de hacerlo. Como punto importante, la decisión de seguir sola se basó en que mi amigo, a pesar de su lesión en la mano, podía valerse por si mismo, ya si hubiese sido algo más grave, mi viaje hubiese acabado con él, sin duda.
Martes 4 de marzo, se terminaba nuestro viaje. Abordamos a las 17:30 de la tarde. Fue un vuelo muy reflexivo para mí. Iba muy feliz por haber logrado la meta. Me sentía satisfecha, plena y con todas las ganas de realizar una próxima ruta. Probablemente, la carretera Austral.