Hace un más de un mes se desarrolló la primera “Corrida de los enamorados” en Chiguayante, Concepción. En dicha cita deportiva, participaron 53 parejas para celebrar San Valentín de una forma distinta y sana.
Manejo todos estos detalles porque yo fui uno de los enamorados que se atrevió a correr junto a su polola. Y bueno, también fui de los que aprendió a sorprenderse y maravillarse de su par en esta nueva faceta…
LA PREVIA
Yo hace más de dos años que me convertí en un devoto del running y participo en este tipo de eventos. Sin embargo, mi novia -a pesar de ser hija de un ex futbolista y de gozar de un gran físico- no es muy fanática del deporte. Por esta razón, esta corrida se convirtió en un verdadero desafío para nuestro amor.
Con Camila, mi polola, nos preparamos física y sicológicamente para esta competencia. Aunque costó un poco, dejamos la comida chatarra y las salidas a los pintorescos antros de Concepción para dedicarnos exclusivamente a correr 5 kilómetros diarios en el Parque Ecuador y disfrutar de suaves rutinas de ejercicio.
Y claro que costó, ya que en verano las invitaciones de los amigos nunca fallan y las promociones en ciertos locales son demasiado recurrentes. Aún así, con la flaca nos mantuvimos fuertes y estoicos durante una semana, y logramos decirle que no a la tentación.
Asimismo, leímos sobre la experiencia de participar en maratones junto a la pareja y diseñamos una serie de códigos para acusar cansancio, molestia o una lesión en caso de perder el aliento en la competencia.
EL GRAN DÍA
Era temprano, hacía frío, pero eso no importaba, pues la corrida estaba a punto de comenzar. Fue imposible disimular nuestras caras de entusiasmo mientras llegaban las variadas parejas y los pocos medios que llegaron a cubrir el evento en la calle Manuel Rodríguez. Durante siete días nos preparamos duramente y queríamos ver los resultados rápidamente, por eso nos desesperaba que se tardaran en dar el pitazo inicial.
La espera se nos hacía eterna cuando llegó el anhelado momento y se dio el vamos a la “Corrida de los enamorados”. Con Camila acordamos trotar a medio ritmo, con el fin de acostumbrar el cuerpo y llegar a los 3K sin problemas.
Los primeros minutos fueron de análisis y reconocimiento del trayecto. Junto con calcular cuánto nos faltaba para llegar a la meta, nos percatamos que habían bastantes dúos que manifestaban cansancio en el breve tramo que recorríamos y eso nos daba la esperanza de llegar en un buen lugar.
No obstante, cuando mi iPod señalaba los 2 kilómetros, sentí la incomodidad de mi novia y disminuimos la velocidad. Por su parte, Camila me instaba a aumentar el ritmo y llegar antes que ella a la meta (algo que rechacé, porque la marca y un buen puesto daba igual si no cumplíamos esta nueva misión juntos).
Después de 37 minutos de trote y unas buenas dosis de tolerancia, compromiso y honestidad, llegamos a la meta de la mano y le demostramos al mundo nuestro amor con un beso. Una escena que fue retratada por algunos gráficos de periódicos regionales, pero que aún no hemos tenido el gusto de ver. Por eso, si alguno de los fotógrafos que retrató las mejores postales de la jornada lee esto, le pido que me mande la foto. No cuesta nada.
Tras finalizar la carrera para hidratarnos y descubrir que llegamos en el duodécimo lugar, nos pusimos a reflexionar con la flaca. Concluimos que la corrida no sólo nos sirvió para agregar una nueva experiencia a nuestra bella historia, sino que para aprender más de cada uno. Sobre todo en instancias donde debíamos estar coordinados a pesar del agotamiento.
Claramente no fuimos los mejores aplanando las calles de Chiguayante, ni accedimos al podio de los tres mejores; sin embargo, la experiencia de correr junto a la mujer que quita el sueño fue simplemente sublime e impagable. Además es cien por ciento recomendable, estimados. No duden en intentarlo.