Todos los días Los Supercampeones animaban mis tardes quinceañeras con partidos memorables e interminables. El grandísimo Oliver Atom y sus ganas por ser un astro del fútbol y llegar a ser campeón del mundo con la selección de Japón me cautivaban, si era seco el pendex. Era como ver la vida de Maradona, pero sin doping positivo. Al igual que el Barrilete Cósmico, que llegó al modesto Napoli para hacerlo grande, el pequeño Oliver se probó en el pequeñito y desvalido Niupi, equipo sub 10 de puros paquetes y malos pa’ la pelota, y que luego sacó campeón como 5 campeonatos seguidos.
El gran rival del Niupi y de Oliver era el temible Franco Canadiense, equipo comandado por el furioso Steve Hyuga, un sufrido cabrito que como muchos futbolistas, soñaba con ser profesional y exitoso para sacar adelante a su familia más pobres que yo a fin de mes. Esos enfrentamientos entre el Niupi y el Franco Canadiense eran ¡partidazos! Ni las finales de los mundiales se les comparaba. Si cada partido terminaba como 11 a 10, y obviamente todos los goles los anotaban Oliver y Steve que se peleaban a muerte, hasta terminar botados en el pasto por salir ganadores. Sin duda el tema entre ellos era personal.
Otro personaje inolvidable era el tremendo arquero Benji Price, que se mandaba cada voladita, si parecía tener resortes en los bototos, ¡que manera de saltar el cabro! Lástima que se lesionó casi al principio del torneo y lo tuvo que reemplazar el segundo arquero del Niupi (se me fue el nombre) que le tenía miedo a la pelota porque el vivaracho de Steve le había tirado un pencazo en el hocico. En ese momento como olvidar la clásica frase de Oliver “el balón es nuestro amigo” para recobrar la confianza de su compañero caído. Pero el arquero que más me gustaba era Richard Textex del Franco Canadiense, que apareció en las semifinales del campeonato juvenil jugando contra el Furano del capitán Harman. Era más ágil que bailarina de caño, sus reflejos y rapidez eran sorprendentes. Clásico también su recurso de saltar hacia atrás para impulsarse con un palo del arco para llegar al otro extremo y atajar los tiros con chanfle de Atom.
Y qué decir de Andy Jonson, la estrella del Colegio Alemán y uno de los más acérrimos rivales de Oliver que sufría de problemas cardiaco pero de todas formas se las arreglaba para hacer sus lujitos a lo Niño Maravilla. Uf!!, tantos personajes increíbles, como los circenses hermanos Korioto, unos acróbatas jugadores que volaban hasta las nubes para cabecear la pelota… o de Tom, el entrañable escudero de Oliver, que pasaba solito porque su viejo pintor recorría todo Japón buscando paisajes para retratar.
Cada partido duraba 1 mes. Si para pasar la mitad de cancha, teníamos que esperar como 10 capítulos jaja, y desde que un personaje pateaba la pelota hasta que llegara al arco, pasaban otros 5 capítulos más, pero eso era lo que nos mantenía metidos y pegados a la tele. Yo era fanático, si hasta tengo dibujado todos los personajes y cuando los extraño, simplemente abro la caja donde los guardo y me trasporto a las canchas donde Oliver y compañía hacían de las suyas.
Los Supercampeones, unos monitos que marcaron mi infancia y la de muchos otros que soñaban con ser Oliver, Steve, Benji o Richard al menos en una simple pichanga de barrio.