No soy un gran deportista. De hecho, además de ir y volver del trabajo caminando todos los días (unos 35 minutos por tramo aproximadamente), mi único deporte consiste en salir a pasear en bicicleta los fines de semana. Repito: pasear. Existe una gran diferencia entre este acto de esparcimiento y, por ejemplo, pedalear con fuerza para subir el San Cristóbal.
Para mí la bicicleta siempre ha sido un medio de transporte secundario, algo que practico solo por diversión. En la lista de mis preferidos, se ubica inmediatamente después de mis pies. Me gusta andar en bici, que no se entienda lo contrario, pero entre caminar con calma media hora hacia el trabajo y pedalear 12 minutos, prefiero caminar. El ciclismo es muy estresante de lunes a viernes, encuentro. Hay que pelear con los chóferes y por los escasos estacionamientos. Además, si se te olvida el cambio de camiseta tus compañeros de trabajo no la pasan muy bien. También si pinchas un neumático de seguro se amplía la lista de atrasos.
Pero los fines de semana es otra cosa. Cuando no hay prisa por llegar a la oficina y las calles se libran de los vehículos, me gusta salir a pasear en bicicleta. En esto siempre me acompaña mi polola. En general, ella usa la bicicleta más que yo para fines prácticos, pero igual le gusta salir simplemente a recorrer las calles.
Tenemos varias rutas, unas más frecuentes que otras. Mi favorita para el paseo dominguero es la que recorre la ribera del Mapocho. Como cierran Andrés Bello, cuatro pistas para juguetear y conducir de manera cómoda transforman ese circuito en un deleite. Además, la gente anda pedaleando muy contenta y el ambiente es alegre e inspirador, sin la bronca de los días de semana.
Nosotros vivimos en Parque Bustamante. Y nos gusta empezar siguiendo la corriente del río (hacia poniente). Primero porque así entramos mejor en calor, con un poquito de pendiente a favor. Segundo, debido a que siempre está la posibilidad de pasar a la Vega por un mote con huesillo o un plátano si aún no hemos tomado desayuno. Incluso a veces llevamos una mochila y compramos frutas y otras verduras para aprovechar el tiempo.
A la altura de Estación Mapocho emprendemos la vuelta y seguimos en contra la corriente del río hasta un poco antes del Costanera. Ahí, en la parte más alta del recorrido, generalmente nos paramos a descansar unos minutos, pololear, conversar de la vida, planear el resto del día o simplemente a echarnos en el pasto y disfrutar el sol, cuando hay.
Al final, nos volvemos aprovechando la leve pendiente a favor. Este factor hace del trayecto de regreso hasta Bustamante un deslizarse casi sin esfuerzo, sintiendo el viento en la cara y refrescando el trayecto "en subida" anterior.
Sé que mi experiencia de ciclista no es nada profesional. Pero por lo mismo quería compartirla. Hay muchas personas que piensan que para salir a andar en bicicleta los fines de semana es necesario gran preparación física, tener un montón de implementos o desafiar las alturas de los cerros. Es cierto que si es la primera vez que se sale a pedalear en años, entonces hay que tener en cuenta algunos datos antes de hacer ciclismo. Pero también se puede gozar de este deporte de una manera mucho más común y corriente.
PD: No siga el mal ejemplo de la modelo de las fotos y evite los riesgos de no usar el casco.