Muchas mujeres cuando piensan en ejercicio lo último que les pasa por la cabeza es levantar pesas. Estamos llenas de cuentos raros sobre esos objetos y pensamos que estar en forma es cuestión de correr o hacer yoga. Yo mantuve ese pensamiento por mucho tiempo -no hacia yoga pero si pilates- hasta que hace 10 años, decidí levantar una mancuerna y cambiar mi alimentación. Este acto también cambió la manera en que percibía la actividad física y hasta como me percibía a mí misma.
Estos son algunos de los cambios más importantes que logré en mi cuerpo y mi manera de pensar cuando incluí las pesas en mis rutinas de ejercicio:
-Dejé atrás mitos: las pesas parecían ser territorio de hombres, o que te llevaban a tener un cuerpo que uno no deseaba. La verdad es que el ejercicio de musculación estimula el crecimiento de la fibra muscular pero las mujeres no logramos de manera fácil que los músculos "se inflen" como concursante de fisicoculturismo. Otra cosa que me alejaba de las pesas era el pensar que no estaba haciendo mucho ejercicio, es decir, cuando haces pesas -durante el ejercicio- quemas menos calorías que lo que gastarías haciendo una sesión de ejercicio cardiovascular, y por eso, pensamos que no vale la pena. Pero es en realidad el músculo el que nos lleva a que quememos más grasa durante el día, no sólo en los minutos en que nos ejercitamos. Otro pensamiento que siempre viene a la mente de quien no conoce, es que la grasa se endurece. Y la verdad, es que eso es un proceso imposible. El tejido graso y el músculo tienen composiciones completamente distintas y si bien forman parte de tu cuerpo, es físicamente imposible que uno se cambie por el otro. Es como si tu apéndice se volviese un pulmón por ejercer una fuerza sobre él. Estos y otros mitos sobre los ejercicios de musculación, los fui eliminando a medida que ejercitaba y veía cambios en mi cuerpo.
-Perdí medidas y cambié la composición de mi cuerpo: como dije en el punto anterior, uno de los mitos que más rondaba mi cabeza antes de empezar a levantar pesas era que no estaría quemando suficiente calorías y por ende, no quemaría grasa. Pero poco a poco fui entendiendo que el músculo es esencial para la quema de grasas sostenida. Este tejido es metabólicamente exigente, lo que quiere decir que necesita energía para funcionar. Y la energía que tiene tu cuerpo a su disposición se saca de los carbohidratos ingeridos -azúcares- y de la grasa. Cuando acompañas un programa de pesas con una alimentación diseñada para quemar grasa, la magia literalmente empieza a pasar. Lo que pasa es que funciona de manera distinta a como lo piensan muchas mujeres: tu peso puede que no varíe mientras que tus medidas disminuyen. Esto es porque el músculo, si bien pesa lo mismo que la grasa -otro mito que hay que eliminar, el que el músculo pesa más- ocupa mucho menos espacio en tu cuerpo. Por eso, cuando quemas grasa y tus músculos crecen, puedes pesar exactamente lo miso o hasta ganar peso, pero tu cuero se verá mejor, más atlético, fuerte y estilizado.
-Empecé a escuchar a mi cuerpo: Cuando tenía 20 años y hacia ejercicio, sólo por perder unos kilos que me traje de las vacaciones o porque quería verme bien en la playa o en alguna ocasión especial, siempre recurría a patrones que se enfocaban sólo en el resultado final y nunca disfrutaba el proceso. Es decir, recortaba comidas -típico que me quitaba la cena o comía muy poco- y hacía sesiones largas de ejercicio cardiovascular. Salía a trotar o a caminar y otras veces acompañaba esto con algún video de "cardio" que me llegara a las manos. Lo hacía con poco combustible y siempre terminaba cansada pero al final, lo que quería era algo preciso. El entrenar con pesas me enseño a ver el ejercicio como un todo donde la alimentación jugaba una gran parte y donde los resultados no eran inmediatos pero si más satisfactorios porque son más duraderos. Con el sistema de "perder peso" de mis tempranos 20, podía perder uno o dos kilos "medio fácil" pero al ser sólo agua producto de la deshidratación y malas elecciones alimenticias, cuando volvía a comer sin preocuparme o dejaba los ejercicios, me sentía hinchada y apretada. Y todo comenzaba otra vez. Levantando pesas entendí que mi cuerpo necesitaba ciertos nutrientes no sólo para rendir más durante el entrenamiento, sino para ver resultados reales. Empecé a comer más de lo que nunca había comido y además, las "escapadas" no me hacían rebotar de peso como cuando estaba más joven. Esto es porque escuchaba que mi cuerpo necesita esa dupla de nutrientes y ejercicios para cambios permanentes y es de ahí que nacen los "estilos de vida" no de buscar una solución rápida para que me entre el pantalón este fin de semana.
-Tengo mejor postura: La verdad es que caminar y correr son actos que hacemos de manera casi inconsciente, son los ejercicios más fáciles que podemos realizar -cuando estamos sanos y podemos movernos-. Y muchas veces, lo hacemos hasta de mala manera, con muy mala postura, sin fijarnos en que esto hace que el rendimiento merme. Pero al levantar pesas me di cuenta que mi postura cambió. Porque sobre todo cuando haces pesas libres -como las que yo tengo en la casa- no trabajas músculos aislados, todo tu cuerpo sirve de guía para los movimientos. Cuando haces una sentadilla o un press de hombros, tu abdomen también está trabajando. Hacer un swing de kettlebell no es un trabajo de brazos, es un impulso que sale de tu cadera. Cuando haces un press de pecho sientes como también tu espalda te ayuda a impulsar el movimiento. El tener la conciencia de los músculos que estás usando, te hace realizar de mejor manera el ejercicio, a tener la espalda más recta, el abdomen contraído. Y esto se traduce en que el resto del día tienes mejor postura. No haces nada en modo "piloto automático" porque estas atento de cómo cada uno de tus músculos hacen que los movimientos del día a día los hagas de mejor manera.
Por último, y esta es una percepción muy personal, las pesas me hicieron sentir mucho más fuerte, pero no sólo a nivel corporal, sino de cómo me veo y me comporto en mi entorno. Poder levantar desde cajas hasta realizar las compras sin ayuda -sin carro-, recorrer más distancias sin cansarte, el ver que la ropa te queda mejor, sentir que a mis 40 me siento (y veo) mucho mejor que en mis 30 o hasta en mis 20, me hace sentir poderosa, toda una súper mujer. Me ha dado una sensación de compenetración con mi cuerpo, de amarlo como es, mejorarlo y también saber hasta dónde puedo llegar. Porque para avanzar es imprescindible que lo entiendas y no lo fuerces. Sé que a muchos los entrenamientos más calmados, como el yoga, forman parte de su personalidad y sienten su práctica casi como una meditación. Para mí esa calma está en las pesas, en escuchar a mis músculos y sentirme que de verdad si me lo propongo, lo puedo todo.