Tu cuerpo te comunicará si estás ejercitándote demasiado, sólo debes ponerle atención.
Debes aprender la diferencia, y además monitorear tu desempeño para asegurarte de no hacerlo de nuevo.
Esfuerzo: esto quiere decir, correr intervalos rápidos, repeticiones en una colina, o correr muchos kilómetros en una carrera larga. La meta es llevar tu cuerpo justo hasta el límite de tu estado físico para aumentar gradualmente la cantidad de ejercicio y asegurar la recuperación. Esto puede implicar el añadir un par de intervalos de velocidad, una o dos subidas más por la colina o cubrir un par de kilómetros más en una corrida larga.
Por ejemplo, si estas corriendo seis intervalos de dos minutos con gran esfuerzo, y tres minutos fáciles de recuperarse, puedes esforzarte un poco más agregando uno o dos intervalos más al entrenamiento, o reducir el tiempo de recuperación a dos minutos. Es sobre la evolución más que la revolución.
Demasiada ejercitación: esto sucede con el tiempo, cuando continuamos esforzándonos aunque nuestros cuerpos nos indican que es suficiente. El exceso se hace notar como una llama, y si continuamos insistiendo a pesar de nuestra fatiga, terminará pareciendo un incendio forestal que sólo podrá apagarse con un descanso inmediato.
Los síntomas comunes de este exceso de entrenamiento incluyen la incapacidad de terminar el ejercicio, bajos niveles de energía, insomnio, subida o bajada de peso, dolores, depresión y cambios de personalidad, enfermedades y un ritmo cardíaco elevado incluso en descanso.
Para evitarlo, debes avanzar desde tu nivel de fitness actual, equilibrar el entrenamiento duro con descanso y recuperación activos, y poner atención a como tu cuerpo responde al ejercicio.
Mejorar el desempeño tiene más que ver con una progresión óptima del esfuerzo, no es sano llevar el cuerpo al límite de sentir dolor o verdadero malestar. Una vez que se aprende a notar la diferencia, podrás lucir tu potencial en cualquier disciplina.
Vía: Runnersworld