Correr lento, debe ser uno de los asuntos más problemáticos de un corredor. Ya sea por impaciencia, por autoexigencia o por competencia con otros, un corredor que debe ir a un ritmo lento, normalmente termina poniendo el pier en el acelerador. Pero la verdad es que correr lento puede traer muchos beneficios comparados con la tensión y el estrés de los huesos, músculos, tendones y ligamentos, efectos propios de los entrenamientos intensos ¿Cuáles son esos beneficios?
Como ya lo hemos mencionado antes, luego de cualquier entrenamiento de fortalecimiento o alta intensidad que incluya ejercicios como series, cuestas o fartleks, nuestro cuerpo sufre microdesgarros, deshidratación y bajas en las fuentes de carbohidratos.
De ahí que sea necesario descansar para que nuestro cuerpo pueda recuperarse y adaptarse a la exigencia física que le hemos dado. Y correr rápido todos los días, no es algo que contribuya a esta recuperación, pudiendo producirnos incluso lesiones por estrés, cansancio extremo, desmotivación y bajas en el rendimiento.
A raíz de esto es que los trotes moderados, sirven para obtener algunos beneficios:
1) Nos permite permite sumar kilometraje de una manera segura.
2) La acumulación de kilómetros nos hacer correr de forma más eficiente.
3) Correr, lento o rápido, nos ayuda de todos modos a realizar un trabajo muscular y especialmente útil en periodos de estrés.
4) Nos ayuda al desarrollo de nuestros tendones y huesos.
5) Nos permite "quemar" una mayor cantidad de grasas.
6) Finalmente, ayuda al crecimiento mitocondrial, para producir más energía aeróbica y mantener un ritmo más rápido durante más tiempo.
Por estas razones es que correr lento puede ser una problemática que, vista de otro modo, nos puede ayudar a progresar en nuestro rendimiento, sin necesidad de salir como caballos de carrera cada que entrenamos.
Imagen CC Ed Yourdon.