Muchos pensarán que trotar, correr o andar en bicicleta en el Cerro es solo para “valientes”, pero déjenme decirles que NO es así, ya que con entusiasmo sí se logra por lo menos llegar hasta la mitad del camino, lo digo por experiencia.
El lugar lo conocía antes, quién no lo conoce, aunque nunca lo había imaginado como un posible espacio para ejercitarme. Me decidí un día que necesitaba unas fotos panorámicas de la ciudad para un trabajo universitario. Nunca me había fijado en la cantidad de personas que toman esta ruta para entrenar.
Esa jornada estaba acompañado por una amiga y a ella también se le ocurrió retarse ella misma y probar si estaba en condiciones físicas de subir el cerro. Yo, que también tenía esa idea; le dije que la acompañaría en este reto.
La primera vez nos encontramos a la salida del metro Pedro de Valdivia. Desde ahí caminamos por la calle del mismo nombre hasta llegar al cerro, por lo que desde ese momento me di cuenta que mi ruta para trotar iniciaría mucho antes.
Esto lo digo porque para no sentir el cansancio y el agotamiento que provoca esta actividad, qué mejor que admirar los paisajes que se presentan a nuestro alrededor. Mientras uno avanza por la avenida Pedro de Valdivia, se puede cruzar el parque Santa María y observar las esculturas que se encuentran en el sitio.
Se sigue trotando por esta misma calle y uno se encuentra con decenas de árboles de todo tipo en las veredas, lo que hace más entretenido el correr, lo digo así porque siempre este trayecto ni lo siento. De pronto estoy ya para subir el cerro sin haberme quejado (y hasta arrepentido) de haber trotado más de seis cuadras.
Bueno, ahora si se viene lo más difícil. La primera vez que lo hice, soy sincero, creo que paré más de veinte veces para tomar agua y descansar; porque mi cuerpo no estaba acostumbrado a tanto ejercicio, además, nunca llegué a la cima. Por lo que si les pasa, no se preocupen así es.
Y aunque hasta ahora no he completado todo el circuito, lo lindo de este lugar es el contacto que se tiene con la naturaleza y con la tranquilidad; porque a pesar de ser un día entre semana, los autos y su bullicio quedan muy lejos.
El recorrido es, a mi pensar, cerca de una hora, un poco menos para quienes están en buenas condiciones físicas. Los aproximadamente cuatro kilómetros y medio, que toman llegar hasta la Virgen, se los recorre por un camino asfaltado, por lo que no existe problema para llevar un paso constante. Sin embargo, este quizás es el único “pero” que yo le encuentro a esta ruta, ya que los autos suben y bajan constantemente y eso hace que los ciclistas y caminantes estén siempre atentos para no sufrir accidentes.
No obstante, la mayoría de las características son positivas, porque puedes encontrar más personas en el lugar haciendo ejercicio o simplemente caminando, sentirte seguro y maravillarte con los colores de las plantas y hasta animalitos que puedes encontrar a tu paso.
Un ejemplo de esto, es que luego de completar tu tiempo y meta de recorrido, puedes visitar el Parque Japonés o descender por los senderos que existen, aunque debes tener cuidado no todos están en buenas condiciones. Además, existen varios miradores como el Mirador Piñihue, desde donde se puede ver Santiago.
Y aunque es muy exigente esta ruta, la experiencia es muy interesante y gratificante, ya que a pesar que te duela todo el cuerpo durante las primeras sesiones, saldrás del estrés del día a día y comenzarás a sentirte con nuevas energías.
PARA RECORDAR
El acceso al parque es hasta las 20:00 y en invierno hasta las 19:00. Los días sábados y domingos se planifican actividades deportivas gratuitas como yoga, gimnasia entretenida, entre otros.