Antes de que Usain Bolt rompiera los récords de velocidad y mucho antes de que la sprint chilena Isidora Jiménez se llevara todas las miradas, estaba yo.
Sí. Una pequeña niña que a los nueve años comenzó a practicar atletismo en el colegio y que se volvería mi pasión hasta cuarto medio. Realmente era muy buena para las carreras de corta distancia y el salto largo. Correr nunca fue lo mío y nunca me esforcé en intentarlo.
Pero al entrar a la Universidad dejé el deporte de lado para concentrarme en mis estudios. Después entré al mundo laboral y me di cuenta que necesitaba un poco de ejercicio físico que fuera más allá de subir y bajar las escaleras del metro. Como toda buena periodista que se inicia en el trabajo y cuenta con pocas lucas para sobrevivir, pensé que trotar podría ser una buena idea y me motivé con mi primera corrida: la Color Run de 5K en el Costanera. La terminé con éxito (aunque igual caminé, debo admitirlo).
Para mí, 5K sonaba suficiente. Pero este año me picó el bichito de autoexigirme y demostrar mi capacidad corriendo 10K en la próxima Maratón de Viña del Mar que se realizará el domingo 12 de octubre a las 8 am.
Para lograrlo, estoy entrenando dos veces a la semana y sumando kilómetros. Como soy nefasta, comencé con un kilómetro. Este fin de semana fui feliz porque corrí 2,5 y así iré sumando hasta llegar a los 10K antes de la competencia. Acepto sugerencias si conocen formas de entrenamiento para una novata.
Sé que si logro los 10K seré lo máximo. Significa que puedo sobrepasar mis propios límites y sé que al llegar a la meta tendré esa sensación de que, tal como lo dice Adidas, “imposible is nothing”. Y sentir eso, simplemente será bacán. ¡Así que a levantarse, a trotar y soñar que nada es imposible!