Todo partió en ese Maipú mágico, de principio de los noventa. Aún sin conectarse tanto con Santiago, esta comuna tenía características de pueblo.
Ahí en calle Central, empuñé mi primera raqueta. El Club 140, que sigue existiendo y que tiene cinco canchas de tenis, pertenecía a mi familia materna. Todos mis tíos y primos habían alguna vez hecho un slice en alguna competencia, siendo incluso dos de mis familiares parte del ránking ATP.
Era la época del "Chino" Ríos. Todos querían ser como él. El tenis chileno estaba nuevamente floreciendo y las canchas del club se llenaban de intentos de raqueteros.
Yo aprendí rápido. A mis siete años, pasé rápidamente (en sólo dos meses) desde el primer nivel hasta el cuatro. Había que tener una técnica un poco más depurada para seguir avanzando y ya el año 95' fui parte del nivel penúltimo nivel, el cinco.
Ahí fue que participé en mi primera competencia. Tenía sólo carácter comunal, pero la gracia era que este torneo era entre escuelas. No competías por ti solo, sino que por los profesores y compañeros que dos veces a la semana practicaban contigo.
Ganamos fácil. Eran cuatro escuelas y no recuerdo que hayamos perdido ningún partido (de hecho, creo que set). Arrasamos y nos quedamos como campeones.
El tiempo me sacó del tenis y me llevó al fútbol. Me salí de toda competencia y decidí que el deporte de once contra once sería mi futuro.
Años después empuñé de nuevo una raqueta. Un compañero de trabajo se jactaba de un invicto mentiroso, ante personas que con suerte sabían las reglas del deporte. Yo lo reté y pareció ni inmutarse.
Pero el tenis es como la bicicleta. Cuando tu muñeca se acuerda de cómo moverse y tu brazo hace de manera correcta el movimiento de abanico desde la derecha hacia la izquierda, entonces ya tienes bastante avanzado. Aún puedo realizar esa coreografía de golpe de buena manera, aunque mi raqueta se esté empolvando en mi clóset (principalmente, porque es difícil encontrar a alguien con quien jugar)
No recuerdo cuál fue el resultado ante mi compañero en ese reencuentro con el hermoso deporte blanco. Lo único que sé es que arrasé y vengué así a todos quienes habían caído fácilmente ante este arrogante compañero. Con el tiempo me di cuenta que yo soy como Chile: siempre me gustó más el fútbol, pero fue el tenis el que me dio mis más grandes glorias.